jueves, 5 de mayo de 2016




Javier Matoses 
Miembro de la ejecutiva de la Asociación Profesional de Periodistas Valencianos (APPV)

Mi admirada Pepa Bueno, periodista de raza, incisiva e incansable en la labor periodística perdió ayer una magnífica oportunidad de preguntar a Juan Luis Cebrián, su máximo jefe y presidente del grupo PRISA, sobre su aparición en los papeles de Panamá y el lamentable veto que ha impuesto a los #periodistas del grupo que preside para no intervenir en programas del grupo Atresmedia.

Reconozco que pensé por momentos al escuchar la entrevista mientras acudía al trabajo que el #periodismo estaba en vías de extinción, que ni los referentes de esta increíble profesión a los que muchos admiramos por su trayectoria, ni ellos, gozan de la independencia y contundencia que les ha otorgado ese reconocimiento. Es en ese momento es cuando todo cae y se produce el derrumbe estrepitoso como si los valores que sustentan el periodismo se pudieran desmoronar con la facilidad que lo hacen las fichas de dominó al mínimo golpe.

Pero lo cierto es que la profesión periodística es mucho más, más que ningún referente, más que errores concretos, que acciones desafortunadas o coacciones de quienes mandan en las empresas. Es obvio que la información que consumimos en este país, en su mayoría, se elabora a través de proyectos empresariales.

Los medios de comunicación son empresas con objetivos económicos claros y respetables y en ocasiones, es cierto, con intereses particulares que no lo son tanto. Pero el periodismo es mucho más y hay que dejarlo bien claro, ya que conforma el instrumento del derecho de cualquier ciudadano a la libre información veraz y objetiva y no podemos permitir estar sujetos a esos intereses, nosotros no.

Por ello, los periodistas debemos mojarnos y arremangarnos para impulsar y establecer órganos que regulen la profesión, que establezcan límites y que marquen líneas de un trabajo serio, objetivo y con vocación de servicio público. Mi punto de vista y el de mucha gente es que esa regulación debe ir encabezada por un colegio profesional, en nuestro caso en Valencia.

Una entidad colegial independiente que dignifique la profesión, ofrezca seguridad y amparo a los periodistas y que establezca el marco deontológico para que el periodismo sea un oficio del que sentirse orgulloso, sin presiones ni miedos. Del mismo modo, poder  cambiar la escasa valoración de la profesión por parte de la sociedad y lo que es más importante, la asociación de los medios a la manipulación y utilización interesada de la información.

La Unió de Periodistes ha publicado recientemente un informe con datos estremecedores sobre la situación del periodismo valenciano, cifras inasumibles que ponen de manifiesto que esta profesión ha sido la más castigada en la grave crisis que ha sufrido este país. Estos datos evidencian la necesidad de un plan de acción urgente para paliar la grave situación en el sector periodístico valenciano que se sitúa año tras año en caída libre.

Es el momento de asumir un rol que a nadie gusta y que puede meter en más de un problema a quien pretenda liderarlo, pero es un riesgo que hay que correr, nos va demasiado en ello.

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