sábado, 13 de agosto de 2016


El pasado 22 de julio el presidente de la APPV, Héctor González, participó en las jornadas Pre-Conference en el marco del foro sobre Ética y Periodismo organizado por IAMCR en el cual definió los principales desafíos profesionales con los que se topa el profesional en el proceso de su actividad periodística.

En las jornadas también colaboró uno de los socios de nuestra asociación, Juan Serrano Moreno, para presentar el informe que ha elaborado sobre las resoluciones dictaminadas en 2015 por la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo, y que también puede consultarse en este blog.


A continuación puede leerse el discurso íntegro que pronunció el presidente de la Asociación:




LOS DESAFÍOS ÉTICOS DE LA PROFESIÓN PERIODÍSTICA



El desafío más importante, desde mi punto de vista, consiste en recuperar la credibilidad. La credibilidad entendida como confianza del lector, televidente, receptor,…, como sentir, por parte de este, que la información que recibe es correcta, clara e imparcial. Que la expresión: lo he leído en el periódico (impreso o digital), lo he escuchado en la radio o lo he visto en la tele (en pantalla, móvil u ordenador) provoque certeza en quien la recibe. Como ocurría hace un par de décadas.

Ganar esa credibilidad pasa por impulsar la ética en el ejercicio de la profesión. Por promover la práctica de una veracidad informativa escrupulosa, de una responsabilidad social como suministradores de un producto básico (la información) para la sociedad, de una honestidad profesional. 

Esta última, por ejemplo, primando la imparcialidad. Flaco favor hacen a la profesión las clásicas tertulias en las que el telespectador o el oyente ya sabe de antemano a quién va a defender tal periodista -o supuesto- porque públicamente se adscribe a una ideología. La única ideología del periodista, para ganar esa credibilidad, pasa por ofrecer la información más veraz, contrastada y certera a la sociedad. Sin connotaciones políticas ni ligadas a un partido determinado.

Todavía me rechinan los oídos por una frase que escuché en un foro. “El periodismo es ideología”, señaló una ponente que ha pasado de trabajar en un medio a formar parte de un partido político. El periodismo debe primar la ética y, por tanto, despolitizarse. 

No caer en filias o fobias políticas. Desde mi punto de vista, en caso alguno es ideología, por lo menos en el sentido político.

Esa ética que conduce a la credibilidad pasa también por la apertura de mente que debe considerarse innata a un periodista. Por alejarse lo máximo posible –difícil, porque es humano al fin y al cabo- de prejuicios y estereotipos. Por abrir los ojos bien a la sorpresa diaria. Y por relatarla con imparcialidad, con respeto escrupuloso a la verdad. No digo objetividad porque considero que cada ser humano tiene su subjetividad, le es consustancial. Por tanto, la objetividad, desde mi punto de vista, resulta una quimera.

El tumulto de las redes sociales actúa, en bastantes ocasiones, de antagonista de esa credibilidad. Como ejemplo tenemos el caso del supuesto 'maestro' valenciano que, en su cuenta de Facebook, lanzó todo tipo de insultos tras la muerte de un torero. Me sorprendió el titular de muchos medios dando por hecho que se trataba de un maestro valenciano. La única fuente había sido el interesado y lo que había puesto en su muro. 

¿Basta con eso? ¿Acaso son noticia para un medio los exabruptos que cualquiera pueda lanzar en redes sociales? Lo dudo mucho. No creo que sea ese el camino para ganar credibilidad. Sí para, en el caso mencionado, desacreditar a un colectivo profesional –el de maestros- y a los habitantes de la Comunidad Valenciana.

El uso de métodos justos y legales para conseguir noticias, la obligación de desmentir y rectificar, la regulación del secreto profesional o actualizados libros de estilo, constituyen otras vías que ayudarían a reforzar la ética en el ejercicio de la profesión y la consiguiente credibilidad.

Sí, comprendo, desde luego, que todo esto puede sonar a utopía en un entorno de presiones constantes de los anunciantes o del afán de los medios en buscar la máxima audiencia con el mínimo de redactores posible. Todo esto aunque obligue a poner, de relleno, informaciones cuyo único objetivo consiste en atraer visitas. Aunque respondan en poco o nada al ámbito geográfico o de contenidos de ese medio. Y aunque luego tantas visitas apenas reviertan en más ingresos. 

A veces se pierde la perspectiva por el narcisismo del contador de visitas en la web o de comprobar los ´me gusta´ en redes. 

En esta carrera por conseguir más seguidores el periodista se ve obligado a multiplicar su trabajo para obtener todo tipo de informaciones, editar contenidos variados, fotografiar, grabar, tuitear,…., todo ello por el mismo dinero o menos del que cobraba antes. Asfixiado por falta de tiempo. Difícil atender a criterios éticos en estas circunstancias.

Los medios, como empresas, también sobreviven en un entorno muy complicado. Incluso hostil. Buscan lectores, oyentes, televidentes, anunciantes, inversores, patrocinadores…, ingresos, al fin y al cabo, en una sociedad que se está acostumbrando –como ente colectivo- a exigir mucho y a dar poco. Al gratis total. O a pagar solo por ciertos servicios. Y cada vez considera menos el periodismo como tal. Como digno de pagar.

Y meterse en esa vorágine, ¿ha servido de algo a los periodistas y a los medios? Creo que en los últimos años estamos viendo más cierres que aperturas y, sobre todo, más despidos que contrataciones. Sí, aparecen muchos pequeños medios que llegan a alcanzar una rentabilidad. 

No obstante, en líneas generales hemos comprobado que caer en el producto al por mayor y en el gratis total ni ha beneficiado a las cuentas de muchas empresas del sector periodístico ni, desde luego, ha reportado más contrataciones ni mejoras de sueldo en las redacciones. Ni en el sector periodístico en general. Y, por el camino, encima hemos perdido credibilidad.

Posiblemente ha llegado el momento de insistir en la especialización. Para noticias mayoristas ya existe todo tipo de plataformas digitales. De luchar por esa utopía, la de la potenciar la ética como camino directo a mejorar la credibilidad de los medios. 

La de subrayar también los logros del periodismo. Recalcar que si se ha producido una purga de políticos corruptos, en gran medida se debe a la buena labor de unos cuantos esmerados periodistas, que han investigado y difundido información contrastada, imparcial y totalmente veraz. En muchas ocasiones, los cuerpos de seguridad del Estado y la judicatura han seguido la estela de esas informaciones.

Concluyo apelando a que mimemos nuestra profesión. A que los periodistas seamos los primeros defensores de la aplicación de la ética. Que no dejemos de destacar la importancia del buen periodismo y su utilidad social. Si no lo hacemos nosotros, difícilmente lo harán quienes ni se apasionan, ni se han formado para ejercerla, ni aspiran a vivir de esta profesión.

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